domingo, 19 de mayo de 2013

Reflexión periodística: plano americano


"En nuestro mundo, el periodismo suele ser el reino de la espontaneidad y la imprecisión, pero el que practican muchos fuera de aquí es el de los mejores redactores de The New Yorker, para establecer un nivel de excelencia comparable: implica trabajo riguroso, investigación exhaustiva y un estilo de precisión matemática.

Antes de enfrentarse a sus entrevistados (vivos o muertos) han visto u oído lo que ellos han hecho, se han documentado con rigor sobre sus vidas y sus obras consultando a parientes, amigos, editores o críticos, leyendo toda la documentación posible sobre su entorno familiar, social y profesional.

Sin embargo, sus ensayos no delatan ese quehacer preparatorio tan rico; al contrario, son ligeros y amenos, fluyen con transparencia y naturalidad, aunque, bajo esa superficie leve y ágil que engancha la atención desde las primeras líneas, se advierte una seguridad y seriedad que les confiere una poderosa consistencia.

En los años cincuenta, Truman Capote, un maestro de la publicidad, lanzó la idea de la novela-verdad, de la novela-reportaje, a raíz de A sangre fría, su minucioso testimonio sobre un crimen cometido en un pueblecito estadounidense.

Los recursos y técnicas de la novela pueden ser utilizados para enriquecer un reportaje o un trabajo de investigación. Mi impresión es que en los casos de Truman Capote, Norman Mailer, Gay Talese o Tom Wolfe, lo literario llegaba a dominar de tal modo sus trabajos supuestamente periodísticos que estos pasaban a ser más ficción que descripción de hechos reales, que la preeminencia de la forma en lo que escribían llegó a desnaturalizar lo que había en ellos de informativo sobre lo que era creación."

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