miércoles, 22 de diciembre de 2010

Al pasmo de un instante no soñado. Vivido.

Las palabras son barcos y se pierden así, de boca en boca, como de niebla en niebla. Llevan su mercancía por las conversaciones sin encontrar un puerto, la noche que les pese igual que un ancla. Deben acostumbrarse a envejecer y vivir con paciencia de madera usada por las olas, irse descomponiendo, dañarse lentamente, hasta que a la bodega rutinaria llegue el mar y las hunda. Porque la vida entra en las palabras como el mar en un barco, cubre de tiempo el nombre de las cosas y lleva a la raíz de un adjetivo el cielo de una fecha, el balcón de una casa, la luz de una ciudad reflejada en un río. Por eso, niebla a niebla, cuando el amor invade las palabras, golpea sus paredes, marca en ellas los signos de una historia personal y deja en el pasado de los vocabularios sensaciones de frío y de calor, noches que son la noche, mares que son el mar, solitarios paseos con extensión de frase y trenes detenidos y canciones. SI EL AMOR, COMO TODO, ES CUESTIÓN DE PALABRAS, ACERCARME A TU CUERPO FUE CREAR NUESTRO PROPIO IDIOMA.



lunes, 20 de diciembre de 2010

A Warehouse Holds Families’ New Memories in Afghanistan


In the dilapidated concrete building where they live, the windows are gaping holes. The doors are gone, too. One entryway is covered by a blanket. After dark they live by the uncertain light spun off by hurricane lanterns, or by a propane lamp.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Al límite

Dudo en llamar con el nombre bello y serio de tristeza, a este sentimiento desconocido cuya dulzura y cuyo dolor me tienen obsesionada. Es un sentimiento tan completo y egoísta que me llega a dar vergüenza, mientras que la tristeza me ha parecido siempre honrosa. Conocía el arrepentimiento, el fastidio y hasta el remordimiento. La tristeza, no. Ahora siento algo que me envuelve, como una seda enervante y dulce, y que me separa de los demás.



jueves, 16 de diciembre de 2010

Contando un cuento

Y cuenta que te cuenta empezó a contar un cuento. Y mientras contaba el cuento se dio cuenta de que estaba contando un cuento diferente al que pensaba contar. Contando el nuevo cuento, enlazando lazos, volvió al cuento original. Contaba los días y las horas. Contaba los segundos. Y contando cuentos acabó por dejar de contar el tiempo. Sumergida en el cuento que empezó a contar, acabó en un nuevo cuento. Al pequeño que se lo contaba le contó que se diera cuenta de que en realidad no le estaba contando el cuento que en un principio le pensaba contar. Y contando cuentos perdió la cuenta del tiempo perdido…


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Me sobran los motivos por lo dicho y hecho


Este adiós, no maquilla un "hasta luego". Este nunca, no esconde un "ojalá". Estas cenizas, no juegan con fuego. Este notario firma lo que escribo. Esta letra no la protestaré. Ahórrate el acuse de recibo. Estas vísperas, son las de después.
A este ruido, tan huérfano de padre no voy a permitirle que taladre un corazón, podrido de latir.
Esta sala de espera sin esperanza, estas pilas de un timbre que se secó, este helado de fresa de la venganza. Esta mitad partida por la mitad, estos besos de Judas, este calvario, esta cura de humildad. Este huracán sin ojos que lo gobierne; este jueves, este viernes Y el miércoles que vendrá.
No abuses de mi inspiración, no acuses a mi corazón tan maltrecho y ajado que está cerrado por derribo. ¡Qué poco rato dura la vida eterna!
Esta guitarra cínica y dolorida con su terco knock knocking´in heaven´s door. Estos labios que saben a despedida. a vinagre en las heridas, a pañuelo de estación.
Me sobran los motivos

martes, 14 de diciembre de 2010

El verdadero sentido de los viajes

Perder tu sentido, salir de tu pequeño mundo cultural, contemplar las cosas con una mirada ajena. Viajamos porque queremos ser otros.
Me resulta curioso constatar una vez más mi pasión por las fronteras remotas: el Polo Norte, una frontera clásica y legendaria que se tragó a muchos de sus exploradores; Alaska, una tierra áspera y crepuscular; Australia, un país chocante en el que la civilización más sofisticada limita con territorios salvajes; el desierto de Bammada, en el Norte de África, un infierno de piedras y alacranes,…
Siempre me han emocionado aquellos lugares en los que te parece estar en el fin del mundo. Claro que existen innumerables fines del mundo, y algunos caen muy cerca. Por ejemplo, a veces me he sentido en un rincón perdido de los Ancares, en León. Por no hablar de “otros fines del mundo” realmente apocalípticos, como las zonas de indigencia suburbana. Esos poblados de chabolas y miseria de las grandes ciudades sí que son unos confines remotos, aunque solo estén a un trayecto de autobús de nuestras casas. Y es que las fronteras más definitivas son las interiores.

Decía SIMONE DE BEAUVOIR que, si vas de viaje una semana a un país, puedes redactar un libro sobre el lugar; si permaneces un año, sólo una breve crónica; y si te quedas una década, eres incapaz de escribir nada. Pero me queda aún por mencionar otra frontera, la más inexorable e inquietante, aquella que viene marcada por la línea del tiempo. Uno puede percibir, si presta suficiente atención, el latido obsesivo de los relojes, la muerte de los días y de las épocas. El mundo cambia constantemente de manera vertiginosa. Y es que, de algún modo, viajar también es enfrentarse a la fugacidad. Los que amamos viajar somos como ese criado de LAS MIL Y UNA NOCHES  que, asustado tras haber visto la Muerte en el mercado, pide prestado un caballo a su amo y escapa (viaja) a Basora; es decir, solemos ser personas que intentamos correr más que nuestras sombras. Huimos del tiempo que nos persigue, en fin, sólo para dirigirnos ciegamente hacia la última frontera.


lunes, 13 de diciembre de 2010

PLACER, DOLOR Y PECADO


Estoy contenta a pesar de que algo en mí está fallando. Una pelea interior que se deja mostrar en el exterior con una sonrisa. Una sonrisa que se comporta como la bruja malvada de un cuento de hadas. Impide que salga lo que llevo dentro, obliga a hacer pensar que todo va bien. Mientras, en mi interior, se pelean mis pensamientos como niños que saben perfectamente lo que no pueden hacer, pero lo hacen igual. Precisamente por eso, porque es incorrecto, porque trae consigo consecuencias, pero sabe bien. 

¿Cómo puede saber bien el dolor, lo malo? Nos gusta, me gusta. Y no es el dolor, sino lo que hay antes. Antes, normalmente, hay placer. Un placer que satisface. Un placer que hace pecar. Un placer con identidad propia. Un placer mayor. Un placer menor. Un placer, una satisfacción. Después, el dolor. Un dolor que proviene del placer. Un placer que actúa como la sonrisa mala convirtiendo el dolor en algo insignificante. Por lo tanto, un placer que se refleja con una sonrisa llena de dolor. 
Entonces, ¿sigue siendo realmente el dolor el que nos lleva a tentar al placer? ¿Significa esto que tú eres mi dolor? Obviamente, sí. Pero por esta regla también eres mi placer y no voy a evitar volver a pecar contigo. El placer vale más que el dolor, y tú vales más que el vacío.