viernes, 30 de noviembre de 2012

El sueño del esclavo




Ya me había olvidado del enfado de aquel día. Sentía que me importaba muchísimo más el tema de la mentira en sí misma. Había estado pensando toda la semana sobre el tema. Redescubriendo mi propia tendencia a mentir, recordando mentiras mías y de otros; y siempre volvía a chequear el concepto que Jorge había sembrado y crecía con fuerza: "Si hay un problema en la mentira, lo tiene el mentiroso."

Voy paseando por un camino solitario. Disfruto del aire, del sol, de los pájaros y del placer de que mis pies me lleven por donde ellos quieran. A un costado del camino encuentro un esclavo durmiendo. Me acerco y descubro que está soñando. Sus palabras, sus gestos... Sé lo que sueña: el esclavo está soñando que es libre. La expresión de su cara refleja paz y serenidad. Me preguntó si debo despertarlo y mostrarle que sólo es un sueño, y que sepa que sigue siendo un esclavo, o si debo dejarlo dormir todo el tiempo que pueda disfrutando aunque sea en sueños, de su realidad fantaseada.

¿Cuál es la respuesta correcta?

...

No supe actuar

sábado, 17 de noviembre de 2012

La decepción



"Comprendo que la mentira es engaño y la verdad no.
Pero a mí me han engañado las dos."
                      Antonio Porchia
Una vez más la decepción moja mi cuerpo con todas las lluvias del cielo derramadas a la vez, y me deja los pies hundidos en el barro sin posibilidad de encarar el camino a seguir.
La decepción es una cortina de humo negro en caída libre sobre la cabeza que te impide ver el otro lado, allí donde aún no se apagó la última estrella iluminada. Te deja el interior en manos del temor por unos días y el corazón engarrotado hasta que de nuevo echa a andar con sangre nueva entrando en sus ventrículos.
Es la sensación de que la vida está diseñada para los demás y que está vetada para ti que sólo debes sentarte a mirar cómo pasa delante de tus narices, sin ni siquiera darte opción a opinar.
La decepción es un escupitajo en la boca cuando esperas un beso con los labios entreabiertos y los ojos cerrados.
Eso es, justo eso es la decepción.


miércoles, 14 de noviembre de 2012

¡Y ella qué sabe!


Y entonces he pensado que si soy capaz de enviarte un mensaje cuando todavía no he terminado de bajar la escalera del portal de la consulta; si soy capaz de volver a escribirte cuando no me has contestado a ninguno de los mensajes que te he escrito desde que nos hemos separado; si soy capaz de seguir pensando en ti cuando en estos tres meses no has tenido un momento para preguntarme qué tal estoy, por lo menos para ver si sigo viva o me he cortado las venas; y si soy capaz de tenerte en la cabeza a pesar de todo, a lo mejor de lo único de lo que realmente estoy segura es de que NO estoy curada. Me parece que he tirado el dinero en la terapia. Genial.




«Porque hay muy pocas posibilidades de que él vuelva a ti», ha dicho la terapeuta. Y encima ha dicho «Primero». «Primero, porque hay muy pocas posibilidades de que él vuelva a ti.» Me lo ha soltado mirándome a los ojos y sin parpadear. Sin oportunidad de réplica, sin que yo haya podido decirle: «¿Y tú qué sabes?» Porque ella qué sabe. No te conoce. Por mucho que en las sesiones yo le haya contado cosas de ti, nunca te ha visto, no sabe cómo eres, ni cómo éramos, ni sabe cuánto nos hemos querido. Ella no te vio el día que me dijiste que teníamos que hablar, porque tenías que decirme algo muy importante. Ella no vio cómo llorabas, cómo te abrazabas a mí bajo la lluvia y me decías que me amabas como nunca habías amado a nadie y que, justo por eso, tenías que dejarme, porque nos estábamos haciendo daño, porque era insostenible, porque ya solamente discutíamos, porque estábamos muy lejos del principio, muy lejos de temblar el uno por el otro, de sentir que el mundo era nuestro, que era de los dos.