miércoles, 14 de noviembre de 2012

¡Y ella qué sabe!


Y entonces he pensado que si soy capaz de enviarte un mensaje cuando todavía no he terminado de bajar la escalera del portal de la consulta; si soy capaz de volver a escribirte cuando no me has contestado a ninguno de los mensajes que te he escrito desde que nos hemos separado; si soy capaz de seguir pensando en ti cuando en estos tres meses no has tenido un momento para preguntarme qué tal estoy, por lo menos para ver si sigo viva o me he cortado las venas; y si soy capaz de tenerte en la cabeza a pesar de todo, a lo mejor de lo único de lo que realmente estoy segura es de que NO estoy curada. Me parece que he tirado el dinero en la terapia. Genial.




«Porque hay muy pocas posibilidades de que él vuelva a ti», ha dicho la terapeuta. Y encima ha dicho «Primero». «Primero, porque hay muy pocas posibilidades de que él vuelva a ti.» Me lo ha soltado mirándome a los ojos y sin parpadear. Sin oportunidad de réplica, sin que yo haya podido decirle: «¿Y tú qué sabes?» Porque ella qué sabe. No te conoce. Por mucho que en las sesiones yo le haya contado cosas de ti, nunca te ha visto, no sabe cómo eres, ni cómo éramos, ni sabe cuánto nos hemos querido. Ella no te vio el día que me dijiste que teníamos que hablar, porque tenías que decirme algo muy importante. Ella no vio cómo llorabas, cómo te abrazabas a mí bajo la lluvia y me decías que me amabas como nunca habías amado a nadie y que, justo por eso, tenías que dejarme, porque nos estábamos haciendo daño, porque era insostenible, porque ya solamente discutíamos, porque estábamos muy lejos del principio, muy lejos de temblar el uno por el otro, de sentir que el mundo era nuestro, que era de los dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario