miércoles, 14 de septiembre de 2011

La chica del coche azul

Era la semana que antecedía a Navidades. Los coches llenaban las calles, todos queriendo aprovechar una señal verde, un sitio para estacionar, llegar antes al "shopping". Yo era apenas una más entre el tránsito, casi sin mirar para los lados, concentrada en alguna cosa inapreciable. Pero de repente lo que era movimiento y prisa a mi alrededor, paró.
Estaba haciendo el retorno en una gran avenida cuando pasó por mí un coche azul con una chica. La ventana della estaba bajada y no parecía esconder nada: lloraba. No un lloro cualquiera. Lloraba por un dolor agudo, un dolor de respeto, un desbordamiento. Pasó recta por mí y yo concluí mi retorno, y quiso el destino que la próxima señal cerrase y aliñase nuestros coches. Yo al volante del mío, sorprendida; ella al volante del suyo, desmoronando.
Tendría que haber callado pero era casi Navidad, y antes de que el color cambiara, bajé la ventanilla de mi copiloto -sin ningún copiloto- y pregunté: ¿Necesita ayuda?
Mientras, ella miraba a la nada, llorando. Entonces giró la cabeza lentamente y dijo serenamente: Ya va pasando. Y casi sonrió.
¿Para qué iniciar vida nueva con ropa vieja?




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